domingo, 15 de mayo de 2011

El absurdo caso del diapasón, el póquer y la viuda insomne (capítulo 6)



Allí estaban Rodrigues y Bricenio, echados en sus incómodas sillas plásticas, abrazados por el calor típico de la pequeña oficina, ambos con las miradas perdidas como quien busca algo y no sabe por dónde empezar. El silencio en el lugar sólo era interrumpido cada 1,5 segundos por el agudo rechinar de la taraba del ventilador que hacía varios años que rogaba por su jubilación. Bricenio, agotado por la complejidad del caso o por el odioso y repetitivo sonido se levantó de la silla colocando la carpeta en una pila de papeles polvorientos: “Bue... parece que otro más para los casos fríos”
Rodrigues replicó en tono tajante, poco usual para aquel sumiso detective: “No me paro de aquí hasta que sepa quién mató a Tomás Quintero”
 “Mijo, ¿cuál es tu vaina con este caso? ¿El fulano Tomás como que es familia tuya? ¿O es que queréis levantarte a la viuda?” preguntó inquieto Bricenio.
“Curso, siento que estamos cerquita, que nos falta algo que no hemos visto pero que si insistimos un poco la cosa va a reventar”
“Juan, desde el 97 aquí no se resuelve un caso, ¿Qué esperabas? ¿Un milagro? ¿Qué la CTPJ de pronto hiciera justicia? Eso no es así.
Juan levantó rápido su cara, su mirada se clavó en el rostro de Bricenio y le dijo: “¿Y si aplicamos el método Goiri*?”
*Alejandro Goiri  fue un destacado inspector de la CTPJ en los años 80, su peculiar método, desarrollado a partir de su formación en las neurociencias y una marcada pasión por las bebidas espirituosas le brindaron una ventaja notoria frente a los criminales, luego de 38 años de carrera policial, su record de 4 casos resueltos jamás fue igualado por ningún hombre de azul. Décadas después de la aparición del método que bautizó con su nombre y que lo inmortalizó como un implacable cazador de delincuentes, la CTPJ aún guarda con enorme recelo una copia del manual escrito por el propio Goiri.
Continuó  Rodrigues “Nunca lo he hecho pero creo que vale la pena intentarlo, además, creo que 14 años son suficientes para demostrar que somos capaces de resolver al menos un caso, búscate en la oficina de Müller una copia del método, no quiero morir de Cirrosis como el difunto Goiri ”
Dos horas después, en el mismo lugar, los dos inquietos pero entusiasmados detectives se encontraban parados frente al escritorio de Bricenio, despejado de cualquier distractor, estaban allí las fotos de varios de los sospechosos, un resumen del caso, una hoja en blanco, un lápiz y  dos botellas de litro y medio de anís decomisadas en un redada, Rodrigues sostenía tímidamente  un pequeño vaso plástico, a la par que su compañero leía en voz alta aquel amarillento papel:
“Aja, cada 2 minutos te tomas un trago, se supone que luego de 12 tragos tus neuronas van a empezar a hacer algo así como cortocircuitos y que eso supuestamente va a ayudar a que pienses vainas que no pensarías de otro modo, debes mirar las fotos, leer el caso una y otra vez, no debes parar de beber hasta tener una idea clara de quién lo mató”
Rodrigues, apegado a lo escrito se empina el primero de una seguidilla de copiosos vasitos de anís, su cara de aversión delataba su poca tolerancia al licor pero  una gran pasión por la justicia.
“Veinticuatro” sentenció  Bricenio, “bueno, al menos yo he contado veinticuatro, ¿ya sabéis quién lo mató?”
“No, pero si me dais uno más te juro que lo invento, esta verga es horrible, malparío Goiri”
“No joda Juan, te dije que esto no iba a servir”
“Aja, pero ¿qué más dice el papel del coño ese?”
“Dejame ver, ehhh, dice que si empezáis a hablar en otro idioma que te siga dando pero que si cambiáis a un tercer idioma hay que parar… ehhh también dice que debéis hacer una asociación libre, no sé qué coño es eso, pero según entiendo es algo así como que penséis lo primero que se te venga a la cabeza sin ningún tipo de censura”
(En la cabeza de Rodrigues)
Ok… un muerto… lo mataron… no sé quién fue… la viuda….las tetas de la viuda… ¿serán reales?… el hilo de Carlos… mierda ¿por qué no puedo dejar de pensar en esas vainas?... un disparo… en la habitación hubo un disparo… hasta los vecinos lo dijeron… ¿dónde coño está la bala? ... Que cara de huevón tiene Bricenio mirándome, él cree que estoy a punto de resolver esta vaina…
“¡Mierda!” exclamó Rodrigues, mientras se levantaba rápidamente de su silla “si la bala no aparece y no está en el cuerpo, debe estar en el cuerpo del asesino” seguidamente, el intoxicado detective se desplomó sobre el escritorio.
(En la cabeza de Bricenio)
“¿Y ahora qué coño hago yo con una pista y este pendejo rascao?”
Luego de meditar sobre su pregunta durante unos segundos, el sobrio detective decidió agarrar a su compañero y llevarlo arrastrado hasta el estacionamiento, lo metió al auto como pudo y partió a toda velocidad rumbo a la mansión de Anabelha. Ahora, un acalorado Bricenio debía hacer frente al posible asesino tan sólo acompañado por un despojo humano con suficiente anís en la sangre como para sufrir un coma etílico. “Central, 25 al 10 en la 76 con 4, repito 76 con 4”
Anabelha, ahora más calmada cuelga el teléfono, voltea y le dice a Carlos: “Esteban dice que no nos preocupemos, él viene para…”
Un par de golpes secos bien dados a la puerta interrumpen sus palabras, el criado instintivamente corre hacia ella para atender. Al abrir, la escena que encuentra luce más que perturbadora. Bricenio con el revolver en una mano y sosteniendo lo que queda de Rodrigues con su otro brazo entra a la sala sin esperar autorización.
“¿Qué carajo es esto?” grita Anabelha con evidente molestia.
Rodrigues, tambaleante y  balbuceando le grita: “Vos… vos mataste al hijo tuyo.. hip… y…no,  o ¿fuiste vos negrito?, chico… ¿y la tetonsita?”
Bricenio: “Bueno lo que Juan quiso decir es que aquí hay un asesino y no sabemos quién es pero el que es tiene un balazo”
“Par de locos” dijo Anabelha mientras se reía de la situación, “pues si tanto desean pueden inspeccionarme a mí y a Carlos, estoy segura que él no pondrá ninguna oposición”
Luego de una minuciosa pero estéril revisión que hiciera el moreno detective a ambos sospechosos, y al mismo tiempo que Rodrigues descansaba en  la alfombra de la cómoda sala, un tosco golpe sonó en la puerta. Carlos nuevamente corre en dirección a esta pero antes de que llegue la figura del comisario Muller se deja ver por los ahora acobardados detectives.
“ Y ¿qué carajo hacéis vosotros aquí?” grita el comisario en un tono de indignación ligado con desagradable sorpresa mientras camina cojeando levemente a la sala.
Bricenio: “Co, co, comisario es que estábamos haciendo unas pruebas de…”
Comisario: “¿Quién les ha enviado a molestar a esta familia? ¿Acaso no entendéis el profundo dolor por el que están pasando?”
“Señor ya nos estábamos yendo” dijo en tono sumiso mientras arrastraba por un brazo nuevamente a su compañero inconsciente en dirección hacia la puerta.
“Se supone que ambos debéis estar investigando un homicidio y no intentando hostigar a las víctimas”
Segundos antes de cruzar la puerta, Bricenio nota cada vez mayor dificultad para arrastrar a Rodrigues, al voltear se da cuenta que este se intenta levantar por sí mismo, Bricenio, siempre atento lo miraba como aquel que ve un edificio a punto de desplomarse sin esperar las palabras que cambiarían el curso del caso:
Rodrigues en un tono suave: “Comisario ¿por qué cojea?
 “¿Qué? ¿Quién demonios es usted para faltarme el respeto de ese modo?”
 “No, no, no... hip... usted no es cojo, ¿Qué tiene en la pierna?”
“Detective Bricenio, llévese a este hombre de acá antes de que diga algo de lo que se pueda arrepentir, pues lo haré a usted responsable de cuanta estupidez salga de la boca de este idiota”
Bricenio en tono desafiante: “Comisario, creo que no entendió, el detective Rodrigues le hizo una pregunta, ¿Por qué cojea?”
Atónito el comisario: “Pues po, po, porque, pues yo no tengo que explicarles nada a ustedes”
Bricenio comienza a acercarse caminando a la par que Rodrigues parece recobrar su estabilidad “Algo que nunca entendí fue cómo si nosotros fuimos los primeros en recibir la llamada, usted comisario ya conocía los detalles del crimen ¿por qué cuando nos habló del hecho nos dijo que había sucedido en la 76 con 4 si el cuerpo fue hallado en la casa del muerto en la 74 entre 10 y 11? ¿Por qué en su oficina guardaba fotos de toda la familia del asesino? ¿Por qué comisario Müller? O ¿Debo llamarlo por su primer apellido? ¿Castro? Agregó Bricenio mientras señalaba un cuadro decorativo que enmarcaba un certificado genealógico de la familia con el mismo apellido. “Creo que no hace falta que mire bajo su pantalón, ambos sabemos que allí debe haber una cicatriz de bala. Lo que no termino de entender es por qué Anabelha, ¿Por qué mataste a tu hijo?”
“¡No¡” gritó Carlos, “Mi señora no mató a nadie, fui yo, con mis propias manos lo estrangulé”
Anabelha lanza una mirada punzante a Carlos acompañada de una respectiva mentada de madre sin recordar que esta era su hermana, voltea al detective y dice: “¿Mi hijo? ¿Es que acaso no has entendido? Imagina que tienes unos 20 años, eres una hermosa mujer rubia y estás casada con un caballero de sangre azul, resulta que sales embarazada y tienes un hijo negro, si, negro y con una mirada que sólo te recuerda que una desgraciada noche tuviste sexo con el imbécil de tu criado, ¿qué harías en ese caso? Pues lo que toda mujer de familia respetable haría, adoptaría a un niño y le criaría como su hijo mientras que el otro no podría formar parte de nuestro linaje. Ahora, dígame usted imbécil, ¿qué haría si descubre que el idiota que adoptó resulta un patán que nunca logra adaptarse a una familia normal y que además destruye en una mala jugada la vida de su verdadero hijo? Pues no me la calaría y si no fuese por esa estúpida María Cecilia que se rehusó a hacerlo a pesar de que le contraté desde el primer día para ello no hubiese tenido que enviar al tarado de Carlos a matarle y detrás a su tío que le salvara el pellejo cuando la cosa se saliera de control. Pero bueno aquí nos tienes, siempre hemos sido una familia puertas adentro y otra puertas afuera pero siempre hemos sido unidos”
Carlos rompe en llanto, Müller se recuesta en la silla: “Hermana, sólo a ti se te ocurre darle un revolver a un muchacho…”
“Tío, te juro que no quise dispararte, fue un accidente”
“Pues tu accidente me costó mi rodilla y mi carrera… y ¿dónde diablos está el fulano revolver?”
Una suave melodía se escucha en el salón de música y un piano acompaña aquella canción de Miguelito Valdés, la sala permanece en silencio y la tensión se acrecienta hasta que un fuerte disparo interrumpe la melodía, asombrados todos corren a la habitación y con profundo sigilo abren la puerta, allí María Cecilia, luego de seis días sin dormir, yacía muerta en el suelo con un disparo en su cabeza, sobre la ensangrentada habitación dejó caer en su último momento una carta que cerraba con la frase
“…Si pensaba en ti para mí no era vida si pensaba en ti para mí era sufrir tu bien sabias mi cielo que yo te quería tu bien sabias mi vida que yo era así...”


 Tiburcio Romero
@tiburcioromero









domingo, 8 de mayo de 2011

El absurdo caso del diapasón, el póquer y la viuda insomne (capítulo 5)


INTERIOR. OFICINA DEL COMISARIO. DÍA
El COMISARIO habla por teléfono con su sobrino.

                                                           Comisario
                                Tranquilo hijo, hasta ahora no tienes
                                de qué preocuparte, pero…sigo sin entender
                                por qué te involucraste de esa manera,
                                no tenías que hacer nada ahí.

                                                           Sobrino
                                 Como tú prometiste cuidar de mí,
                                 asimismo yo he jurado cuidar de mi señora;
                                 haría lo que fuera por ella, hasta matar.
                                 ¿Sabes? Muchas mañanas la veía en su cuarto
                                 con la puerta entreabierta, peinándose,
                                 y me decía a mí mismo: mi señora,
                                usted es tan bella que no necesita arreglarse.
                                 La amo, Tío, la amo.
                                                          
                                                          Comisario
                               El amor a veces nos hace cometer locuras.
                               Yo mismo he sido víctima del amor, si se puede decir así.
                               Tengo que colgar, hijo. No cometas otra locura,
                               que me tienes acá tratando de enmendar ésta.

El comisario cuelga el teléfono y vuelve a ver la foto de su hermana.

                                                          Comisario
                               Hasta el final hermana.
                               Lo cuidaré hasta el final.

El comisario se levanta y sale de su oficina.

INTERIOR. CASA DE LOS QUINTERO. DÍA
CARLOS CASTRO, muy nervioso, toca la puerta del cuarto de ANABELHA.  La matriarca abre la puerta. Asombrada por el semblante de su criado, le pregunta.

                                                        Anabelha
                              ¿Qué ha pasado?

                                                       Carlos Castro
                              Mi se…mi señora…
                              tengo algo para usted…pero…
                              bueno…es de su hijo…..

                                                        Anabelha
                              ¿Qué tienes de mi hijo?
                              ¡Habla de una vez por todas,
                              que me pones nerviosa!

                                                       Carlos Castro
                               Bueno mi señora….es que…
                              …antes de que llegaran los detectives…
                              …yo encontré esta carta en el bolsillo de su hijo…

                                                       Anabelha
                               ¿Y por qué no me la habías entregado?                

                                                      Carlos Castro
                               Porque…mi señora…no quería que se la diera
                               a los detectives, no hubiese sido conveniente.

                                                      Anabelha
                               ¡Dame la maldita carta y vete!
                              ¿Con qué derecho te has quedado
                              con algo de mi hijo?

Carlos Castro le entrega la carta a la matriarca; ya la había leído por supuesto, pues es fiel creyente de que su única misión es proteger a su señora.

Anabelha cierra la puerta de su habitación. No puede creer que su más fiel compañero le haya ocultado algo. Inmediatamente abre la carta y sentándose en su cama la comienza a leer, era una carta de su hijo dirigida a ella escrita el día anterior a su muerte.

INTERIOR. CUARTO DE ANABELHA. DÍA

                                                    Tomás (off)
                                “Madre: Te escribo esta carta ya que desde
                                que me casé nuestra comunicación ha desmejorado
                                hasta el punto de ser casi inexistente. Desde niño
                                siempre me has enseñado que la verdad, al final,
                                siempre iluminaría hasta los rincones más oscuros; por más
                                que uno trate de ocultarla. Eres una gran mujer, madre, y
                                no te mereces menos que la verdad. Mi adicción
                                al juego de Póquer  finalmente ha llegado a un punto sin retorno.
                                Toda nuestra vida y fortuna, durante el último año,
                                ha sido un castillo de naipes a punto de derrumbarse.  
                                A todos nos ha afectado que Wanerge esté en la cárcel, 
                                y debo decirte que ha sido de manera injusta, pues
                                 todo este tiempo el culpable he sido yo.
                                  Yo soy el único responsable del fraude al casino.
                                  Además, siempre he sabido que Wanerge es tu hijo
                                  con Carlos Castro. Te perdono por habérmelo 
                                  ocultado todo este tiempo.
                                  Quisiera que las cosas mejoraran entre María Cecilia y tú.
                                  Estamos intentando tener un hijo.
                                  ¿Por qué no salimos los tres a caminar a la plaza mañana?
                                  Tengo esperanzas de que nuestra situación mejore.
                                  Te amo. Tu hijo".

Anabelha no podía creer que su hijo supiera lo que ella había estado ocultando durante 27 años: que su relación con Carlos Castro había sido, por una noche, algo más allá de patrona-empleado, y que de esa unión había nacido un varón llamado Wanerge Antípalo y criado como ayudante de Carlos Castro. Desde muy niños, Tomás y Wanerge fueron inseparables, irónicamente, como verdaderos hermanos. Desde que tuvieron edad para entrar a los casinos, eran los primeros que llegaban y los últimos que se iban; se volvieron excelentes jugadores de póquer y en poco tiempo ganaban algo de dinero. Su adicción crecía día tras día, hasta que una noche arrestaron a Wanerge por fraude; dijeron que había adulterado las cartas, pero él no lo había hecho.

Nerviosa y sin saber qué hacer, Anabelha realiza una llamada telefónica.

                                                  Comisario
                                   Castro Müller, ¿quién habla?

                                                  Anabelha
                                    Ya Tomás lo sabe.

MaCeMoralesQ
@MaCeMoralesQ

lunes, 2 de mayo de 2011

Galería de autores



Alejandro Goiri @ale_pinzafina

Alejandro Goiri Landaeta nació el 29 de octubre de 1984. Hijo emigrantes caraqueños, nieto de emigrantes vascos, a este muchacho le quitarion el pan y le pusieron una maleta debajo del brazo. Salió de la calurosa Maracaibo y dejo su habitat natural para mudarse a la vieja Europa con la idea de que algo de cultura se le pegaría; craso error. Hasta ahora Francia, España, Portugal y Alemania le han acogido como residente.
Sobreviviente de la adolescencia, lector habitual, psicólogo de profesión, amante del fútbol, psicoanalista frustrado, guitarrista principiante, político en potencia, cinefilo iniciado... vamos, todo a medias.
Famoso por su habilidad es ser el peor compañero para una discusión; te cuestionará todo.
Afortunadamente: I don't know a lot about anything, but i know a little about practically everything.


Juan Rodríguez @juanscoo

De abuelos apureños, padres apureños y hermanos apureños a Juanscoo le ha dado por nacer en Maracaibo. Cuando le preguntaron el por qué de semejante decisión pues ha dicho que porque queria estar cerca de su madre en ese momento. Como a sus padres no les bastó con haberle hecho un paria familiar, le hicieron vivir en Maracaibo, vacacionar en Apure y con breves paradas en Maracay. Para cuando cumplió 14 años ya nadie sabía de donde era su acento. Dibuja para quitarse el estres de la escritura, la cual utiliza para relajarse de la fotografía, la cual es lo único que le calma la tensión del trabajo, el cual le encanta: puede pasar horas y horas mirándolo. Su autor preferido es Bill Waterson, porque piensa que de chiquito era Calvin y ahora de grande es Hobbes.



José Miguel Briceño @sophos99

Maracucho desde que nací, jueves 7 de febrero de 1974. Milagrero para más señas, salido a las calles desde el mismísimo hospital Dr. Urquinaona (El Central). Los estudios formales realizados con sus altos y bajos en el “Colegio Nacional Simón Rodríguez”, luego en la Unidad Educativa “Rómulo Gallegos” y la Licenciatura en Filosofía en la centenaria Universidad del Zulia y pa no dejar Especialista en Metodología de la Investigación en la Universidad “Rafael Urdaneta”. Muy casado con dos hijas bellas, mis tres flores! Creador desde el Lego y hasta siempre.



Don Tiburcio Romero @tiburcioromero
Nace el 21 de Noviembre de 1985 en Nashik (India) bajo el nombre de Iravan, muere repetinamente y renace al tercer día en las paradisíaca Isla de Toas (Venezuela) con un marcado dominio del idioma hindi. Es criado por una familia de lugareños, que pronto decide echarlo al mar por las evidentes dificultades de comunicación. Naufrago durante 12 años en el Mar Caribe, desarrolla un fuerte sentido de la independencia y una increible resistencia a los rayos UV. Su biografía ha sido reconstruída en etapas por múltiples autores (él mismo con diferentes alias), sin embargo todos concuerdan en que ahondar en la vida de Tiburcio Romero siempre deja un sabor salado en la boca.





 MaCeMoralesQ @macemoralesq

De color amarillo anemia, MaCeMoralesQ es una mujer de baja estatura a quien le encanta comerse los cubitos para condimentar. Nació el 3 de septiembre de 1985 en Maracaibo y es la segunda hija de la legendaria Cecilia Acosta, buscada por el FBI, la CIA y el Banco Central de Venezuela por fraude. Siempre abrumada por su poco conocimiento acerca de las interacciones sociales, a MaCe le encanta estar sola leyendo e instruyéndose medianamente acerca de todos los oficios; le gusta saber de todo y odia las cucarachas.




Carlos Castro @carlosecastro
Amante de los gatos, la poesia y la cultura gay, este poeta de salón escribió sus primeras rimas a la tierna edad de 38 años. Carlos Castro es también un reconocido ex convicto (estafa, bigamia y plagio) que ultimamente ha tenido un gran éxito como fotógrafo (ya tiene 2 clientes: sus pequeños hijos llorones). El sr. Castro vive en el barrio los pescadores con su esposa y sus 18 gatos.




       


domingo, 1 de mayo de 2011

El absurdo caso del diapasón, el póquer y la viuda insomne (capítulo 4)



En ese momento en el que el negro del cielo se convertía en azul naranja y comenzaba a cubrir la ciudad, Bricenio y Rodrigues abandonaban la escena del crimen. Repartieron instrucciones al personal forense que recién llegaba al lugar, con caras de madrugonazo obligado, y marcharon a recomponer el espíritu en el único lugar que, a esas horas, podría recibir a este par de sujetos.

Luego de “meterse entre pecho y espalda” - según la expresión típica de Bricenio - 3 arepas, 1 cachito, un refresco y 2 cafés, marcharon hacia la comisaría con la firme esperanza de no encontrar a nadie a tan tempranas horas. Esta tranquilidad permitiría a cualquier empleado avanzar en tareas administrativas retrasadas, ordenar folios o incluso hacer uso del Internet para asuntos personales, llevados a esto por una inexplicable interrupción del servicio de Internet en sus domicilios. Sin embargo no era esto lo que esperaba a los detectives.

Durante la comida, ambos se encontraban hipnotizados. Tal vez por lo enrevesado del crimen que se encontraba ante ellos, o por la voluptuosidad de las mujeres involucradas en el siniestro, o simplemente por el hambre. Por la razón que fuese, durante le desayuno ninguno hizo un guiño de encontrarse dispuesto a la más mínima conversación.

Al llegar a la comisaría, Rodrigues esbozó una sonrisa que rompió la monotonía de la escena.
“¿De que te ríes?” - preguntó Bricenio.
“Creo que es la primera vez que llego a la comisaría y no tengo que dar un montón de vueltas para estacionarme”

Y cierto era. La constitución arquitectónica del recinto omitió la necesidad de un estacionamiento en condiciones para el nutrido parque automotor del personal. Sólo dos patrullas y una motocicleta ocupaban algún puesto de estacionamiento.

“¿Y esa moto?” - preguntó Bricenio.
“Ni idea. Será una confiscación de Pacheco. Ya sabes lo que le gusta enfriar las motos aquí para ver si le saca algo al dueño” - contestó Rodrigues.
“Por gente como él es que tenemos la fama que tenemos” - espetó Bricenio con un semblante moralista muy poco propio de él.

Al entrar en la oficina se sorprendieron de que todas las persianas estaban cerradas. Tanta privacidad era algo poco visto en la delegación, después de todo ¿quien iba entraría de hurtadillas en un comando de la policía?.

En la oficina pesaba un aire enrarecido. Rodrigues se quedó en la puerta interrogando acerca de la extraña moto en el aparcamiento a los dos cabos dispuestos en la entrada a modo de vigilancia. Bricenio se adentró dubitativo en la oficina de homicidios, que estaría totalmente a oscuras, sino fuese por los rayos del sol que empezaban a colarse por las persianas. Desenfundo la pistola, como era su fetiche. Rodrigues siempre le decía que había visto demasiadas películas de John Wayne y que había interiorizado inconscientemente que con la pistola en la mano tenía razón suficiente para sentirse más seguro. Se escuchaba un ruido de ventilador al fondo, en la oficina del jefe, y unos pasos apresurados desde el corredor. Invadió su nariz un profundo olor a cigarrillo que aumento su inquietud, siendo la comisaría un lugar donde no se podía fumar. Comenzó a sudar mientras avanzaba hacía la fuente de los sonidos. En ese momento una mano le tomó el hombro e hizo que la arritmia de Bricenio llegase a un súmmum peligroso. Era Rodrigues.
“Bricenio, me dijeron los cabos que el jefe esta en la oficina”
“ ¡¿El jefe?!... no me jodas. Y yo sin bañarme” - contestó Bricenio
“Tenemos que ir a verle”

Tener al jefe en la oficina causaría menos curiosidad si se obviaran los antecedentes del Comisario General de la Brigada de Homicidios, al fin y al cabo no es infrecuente que un jefe se presente en la oficina un poco antes de las 6am. Pero en Comisario Esteban Castro Müller no era lo que podríamos llamar un jefe “normal”.  De nacionalidad venezolana y alemana, fue en su tiempo un oficial muy bien situado en la Stasi, el Ministerio para la Seguridad del Estado o Ministerium für Staatssicherheit, el órgano de inteligencia de la República Democrática Alemana (RDA). Con la caída de la URSS emigró a Venezuela, aprovechando que conservaba aún muy estrechos vínculos con la modesta familia de Maracaibo. Especialmente con su hermana Cristina, con la cual le unía un amor que pasaría cualquier frontera.

Formado en la educación alemana de la postguerra con un intenso sentido del rigor, la responsabilidad y la tenacidad, desarrollo en la Stasi todo lo que se espera de un buen policía, y no es de extrañar que su ascenso en la cadena de mando de la policía de Maracaibo haya sido meteórico. A sus 65 años era un jefe ermitaño, sarcástico y ácido. Daba la sensación que su perspicacia era tal que podía ver crecer la yerba. Formado en los intríngulis de la Alemania comunista, los misterios de la delincuencia marabina eran, para él, un juego de niños. En resumen, cuando uno va, él ya había ido, regresado y te había dejado pagado el peaje.

“Tocar la puerta, luego entrar… Tocar la puerta, luego entrar” Se repetía en su cabeza Rodrigues para evitar que su curiosidad le hiciera perder cualquier sentidos de los modales y el respeto hacia la cadena de mando.

La escena que se encontraron al abrir la puerta les causo tal impresión que les tomó a los detectives aproximadamente 30 segundos el cerrar la boca. El comisario sentado en su silla de escritorio, su cabeza yacía sobre los brazos cruzados y estos sobre la mesa. Despeinado, oloroso, traspirando, con la camisa a medio abrir. Un cigarrillo encendido en el cenicero, junto con los cadáveres de otros tantos, que al parecer, amenizaron la madrugada. A su lado una botella de ron, la cual a penas conservaba dos dedos de su contenido.

“Jefe, ¿está usted bien?” - preguntó inquieto Rodrigues mientras Bricenio enfundaba su arma.
“Aprenderéis lo que significa el silencio cuando lo único que escuchéis sea el sonido que hace un cigarrillo al consumirse” - Contestó el jefe en una especie de acertijo que no era tal, mientras levantaba la cabeza.
“¡Que molleja de pea!” - pensaron Bricenio y Rodrigues al unísono y sin saberlo.
“Jefe, traemos noticias de un homicidio…” anunciaba orgulloso Bricenio.
“… ocurrido en la calle 76 con la 4. Un joven a muerto por causas desconocidas y me sorprendería mucho que, conociéndoles, me traigan ahora una milagrosa explicación de lo sucedido” interrumpió el comisario con el semblante descompuesto pero transmitiendo una soberbia propia del que sabe todo y sabe que ya no hay vuelta atrás.
“Quiero el informe de los interrogatorios y hallazgos preliminares sobre mi mesa a las 0930 horas… y ahora os podéis largar”

Los detectives abandonaron la oficina con más preguntas que respuestas. Sin embargo, antes de salir, el ojo curioso de Bricenio logra ver una foto de una señorita encima del escritorio del jefe. “Se ve un poco antigua, debe ser de su madre o su hermana” pensó para su adentros sin darle mayor importancia.

Entre sollozos y lagrimas el Comisario se aferraba a la foto en blanco y negro. “Hermana, todo esto lo he hecho por ti. Lo he hecho por ese encargo que me dejaste antes de cometer esa locura de quitarte la vida. Te juré hacer todo cuanto estuviese en mis manos por hacer feliz a tu hijo, te juré cuidarle y seguirle en sus pasos hasta el final. ¡Maldito juramento!”

Le interrumpió el celular. Al descolgarlo una voz masculina le hablo directamente:
“Tío, ¿que ha pasado?” 

                                                                                                                             Alejandro Goiri
                                                                                                                             @ale_pinzafina

domingo, 24 de abril de 2011

El absurdo caso del diapasón, el póquer y la viuda insomne (capítulo 3)


(En la cabeza de Rodrigues)

"Yo no fui", le contesto María Cecilia al negro en un tono tajante y seguro.

El negro se encogió de hombros y me dijo "Bueno, valía la pena intentarlo. ¿Te imaginas que por una vez un caso se resolviera tan fácil?"

"Aún no pierdo las esperanzas"

Mientras, allí seguía ella, con una postura mucho más allá a la que tenía hacía un segundo cuando intentaba retomar aquel mar de lágrimas que no conseguía aliviar su dolor. ¿Fue acaso una respuesta ensayada y que estaba esperando para salir en el momento indicado? No puedo descartar
que simplemente puede que sea su forma de ser. No lo sé, nunca me la han presentado. A mi juicio, la joven, era más que bonita, pero menos que impactante. Se me hacia difícil evaluar su carácter real, pero realmente dudaba que fuera una mujer risueña. Era delgada, de huesos parejos, de postura correcta. Vestía sin mucho esfuerzo, pero contando con un cuerpo que no dejaba perder el entusiasmo de imaginarla con algo más cómodo.

Esta bien, lo admito, no son pensamientos muy profesionales, pero las primeras impresiones abren la cadena de pensamientos previos al análisis. Un buen detective no puede ignorar su lado oscuro y bajo. Si lo hiciera quedaría privado de la creatividad necesaria para entender los móviles de la mayoría de los crímenes pasionales. Así que puedo pensar este tipo de cosas con toda tranquilidad y sin peso de conciencia: ¡coño, que tetas!

María Cecilia, por su parte volvía a sumergirse en el frágil tono que emanaba del diapasón, en un casi catatónico estado cuya aparente calma solo era desmentida por lo pesado de su respiración.

"Ahí hay angustia" me dije por lo bajo, y me dio gusto haberlo notado, de lo contrario esos diez segundos mirándole el busto hubieran sido totalmente injustificados (no, no lo hubieran sido)

(En la cabeza de Bricenio)

Rodrigues ya tenia como cinco minutos mirándole las tetas a la viuda cuando murmuró alguna vaina que no llegué a entender. Por favor, no me mal interpreten, no niego que yo también se las mire, pero al menos yo no invento excusas de que lo hago porque es parte de mi proceso de investigación. Yo si se las veo es porque las tiene bien puestas. Esas dos no se van a caer en un futuro próximo.

Aunque tengo que admitir que el carajo da con buenas pistas, la verdad ya no me extraña nada de lo que hace. Especialmente esa manía de oler todo y de llevarse cosas a la boca para saber a que saben. De hecho ahorita lo vi mojarse un dedo en lo que me imagino sería el rastro de las lágrimas que habían caído sobre el piano y llevárselo a los labios. ¡Asco! Dígame si en lugar de lágrimas en realidad son charcos de moco... ¡Guácala! La verdad es que no estoy interesado en saber a que le supo. Ahora, si hay algo que me llame la atención es el hecho de que una mujer que viene de trabajar en bares de póquer y mujeres de dudosa reputación (bueno, la verdad nadie tiene dudas sobre la reputación de estas damas de dudosa reputación) esté rodeada de ese aire tan solemne. Solo tres palabras me han mostrado mucho de ella. Yo no estoy muy seguro, pero por Dios y mi madre que si esta mujer no es la asesina con toda certeza que es la causa.

Le hice una seña a Rodrigues para saber en que estaba pensando. Este se me acercó y me habló muy bajo para que la viuda no escuchara.

"¿Te has fijado en la alfombra?" La pregunta me hizo mirar por segunda vez. Era una alfombra blanca y negra de largas cerdas.

"¿Que hay con ella?", quise saber pues no veía nada sospechoso en ella.

"Nada, que esta arrecha y me pregunto donde la compraron. De seguro a mi esposa le encantaría”.

¡Joder! Siempre me hace eso.

"No sé, pregúntale a ella", le dije sin mucho humor.

"Tengo la impresión que este caso va a girar en torno a esta mujer".

"Sé a lo que te refieres. El sabor de esas lágrimas me ha dejado una extraña sensación en las tripas"

"¿Y eso que significa?", pregunté sin estar seguro de querer saber la respuesta.

"Que tengo hambre, man", me lo merezco por preguntar. Entonces caí en cuenta que yo también tenía hambre, miré mi reloj y luego a la ventana para corroborar que lo que decía el primero era correcto: ya estaba
amaneciendo.

"¿Hablaste con el criado?", me pregunto Rodrigues.

"Sí. Un personaje bastante curioso, debo acotar"

"Lo he notado. ¿Te soltó algo?, además de plumas, digo"

El sujeto fue quien nos recibió. Nos abrió la puerta con la más estoicas de las expresiones, lo cual lo hacia aún mas conspicuo. Si es que se podía ser más conspicuo que de lo que ya era. De tez bronceada como de limpiador de piscinas, camisa y pantalones blancos y con un sombrerito turquesa que  no se quitaba ni aún dentro de la casa. Si el tipo no era pargo, estaba haciendo el curso y llevaba notas excelentes. Fue él quien nos condujo hasta el cadáver, y fue él quien llamo a la policía para notificar del crimen.

Lo seguimos por la casa tratando de no mirar el hilo que se le asomaba por encima de los pantalones. Fueron lo 45 segundos mas largos de mi vida.

"Dijo que no escucho ni discusión, ni ningún otro tipo de alboroto. Solo un tiro”.

"Un tiro?"

Rodrigues se regresó a la habitación de al lado para volver a mirar al muerto. Los dos miramos la habitación por medio minuto.  Entonces se dirigió a mí para decirme lo que ya yo había notado no mucho antes.

"Si alguien disparo un arma aquí, o fue una salva o una flatulencia bien arrecha. Pero aquí no hay ni balas, ni huecos”.

Unos pasos firmes y con un compás disparejo nos hicieron voltear hacia la puerta por la que habíamos sido traídos por el criado. Una mujer madura pero muy bien conservada entro a la habitación. Aún vestida con su bata negra de seda, cabello suelto en rizos, ojos cansados, labios pintados. La cinta en la cintura de su bata delataba  curvas que aún no la abandonaban.

Apuesto que Rodrigues esta mirando a ver si respira normal: ¡portugués buzo!

"Si son ustedes tan ambles", dijo de entrada sin molestarse en saludar. "¿Me podrían decir cuando podré enterrar a mi hijo?"

Yo no me atreví a hablar con ella; fue Rodrigues quien se hizo cargo. Mas tarde cuando ya salíamos de la casa me ha preguntado: "Y que te ha parecido la vieja?"

"Acojonante. ¿Te ha dicho algo útil acaso?"

"Sí, que la cáscara de durazno es buena para pulir zapatos"

"Me refiero al caso, pendejo"

"Bueno, creo que no se llevaba bien con la nuera, o como ella le dice de cariño: lamujerzueladetaguarahediondaamiaodeborrachoesa"

"Hum... Sí, creo que tienes razón en eso"

(En la cabeza de María Cecilia)

Todo se acabó. Todo se acabó. Todo se acabó. Todo se acabó... Y ahora para completar con este imbécil, que parece que nunca ha visto un par de tetas.

(En la cabeza de Anabelha)

Nadie puede llegar a saberlo nunca. ¡Arriba mujer, dignidad ante todo!. Has llegado muy lejos para detenerte ahora. Incluso por esto.

                                                                                                                                Juan Rodríguez
                                                                                                                                 @juanscoo

domingo, 17 de abril de 2011

El absurdo caso del diapasón, el póquer y la viuda insomne (Capítulo 2)

- ¿Por qué?
- ¿Por qué lo hiciste? -Le espetaba Anabelha en medio de una de las infinitas discusiones que habitualmente, se sucedían en los calurosos mediodías cargados de; lo espeso, lo denso, en la Casa de los Quintero. Anabelha no podía entender como su hijo, su único hijo, heredero de un linaje envidiado por los hombres de la caribeña ciudad y deseado por las mujeres más respetadas de la misma, había decidido –en una mala hora- unirse a esa cualquiera.

Años antes Tomas ya era reconocido como un joven idealista, músico y luchador por las causas sociales. Su afición por la fotografía lo había llevado a retratar el alma de la ciudad, con sus contrastes y colores, a su vialidad y a su podredumbre. Tomas había decidido refrendar su vida a simplemente mejorar las cosas, simplemente eso.

Los Quintero habían llegado a la costa a principios del siglo anterior, los buenos negocios y el trabajo duro, así como la utilización de un banco de favores había logrado hacer de la familia una de las más respetadas y queridas de Maracaibo. Por esa razón cuando Anabelha, matriarca de la familia, en una tertulia con las amigas del club al momento del café, se enteró que su hijo frecuentaba los bares de póquer y música barata, sintió que el apellido le reclamaba como un fuego intestinal.

En el patio los gritos de los alcarvanes azuzaban a madre e hijo. –porque la amo coño-  los brillosos ojos amenazaba una vez más dejar a Tomas sin más alternativa que dejar la discusión a medio andar, no podía comprender que su propia madre no le diera su bendición, que no haya asistido a su boda, donde prometió entregar su vida a María Cecilia.

El chillido de las campanas de la vieja grabación sonaban al compas de la brisa, los viejos parlantes del campanario, donde alguna vez hubo campanas italianas parecían apagarse cada vez. Dentro de la iglesia acompañados del zureo de palomas, santos tristes, andamios y un puñado de amigos, la sonrisa de Tomas era esplendida al momento de voltear hacía ella para descubrirla del velo. Ella detrás de la mantilla con su mirada, la misma que en una noche mientras escuchaban una vieja canción de Miguelito Valdes, se cruzaría con la de él para no separarse jamás.

Si pensaba en ti
para mí no era vida
si pensaba en ti
para mí era sufrir
tu bien sabias mi cielo
que yo te quería
tu bien sabias mi vida
que yo era así...”
-Ten cuidado mira que el póquer es tan o más peligroso que las mujeres, uno sabe cuando comienza a jugar pero no sabe cuándo es la última mano-.
-Sólo quiero tener una excusa para estar contigo-.

Si pensaba en ti
para mí no era vida...”
La música era un acompañante infaltable de las largas noches en la taguara, donde Tomas llego con la intención de captar el espíritu de los locales nocturnos del malecón, unos garitos donde aficionados a la música buscaban propinas de los clientes y los clientes buscaban suerte en el amor o en el juego, no en ambas.
Pero jamás tu a mi me engañaste
yo se que tu nunca me adoraste,
tampoco quiero de ti olvidarme
y sin embargo quererte no quiero
pues tu corazón solo está
hecho de hielo...”



Como testigo silente de las amarguras de Anabelha, con apacible semblante, con mirada férrea, el siempre muchacho de la casa había visto como los Quinteros siempre habían vivido una realidad puertas adentro y otra más allá del picaporte.
Criado dentro de las paredes de la casa, compañero de juegos de Anabelha cuando ambos eran muy niños para saber que sus mundos eran diametralmente distantes al día que jugaron a besarse.
-Carlos no puedo más, siento que se me va la vida, es muy duro ver como todo lo que soñé para él lo apostó en una estúpida mano de póquer, Carlos ayúdame-. Carlos Castro no dudaría desde aquel momento hacer lo que fuese necesario para aliviar el dolor de su… señora.


José Briceño
@sophos99