Allí estaban Rodrigues y Bricenio, echados en sus incómodas sillas plásticas, abrazados por el calor típico de la pequeña oficina, ambos con las miradas perdidas como quien busca algo y no sabe por dónde empezar. El silencio en el lugar sólo era interrumpido cada 1,5 segundos por el agudo rechinar de la taraba del ventilador que hacía varios años que rogaba por su jubilación. Bricenio, agotado por la complejidad del caso o por el odioso y repetitivo sonido se levantó de la silla colocando la carpeta en una pila de papeles polvorientos: “Bue... parece que otro más para los casos fríos”
Rodrigues replicó en tono tajante, poco usual para aquel sumiso detective: “No me paro de aquí hasta que sepa quién mató a Tomás Quintero”
“Mijo, ¿cuál es tu vaina con este caso? ¿El fulano Tomás como que es familia tuya? ¿O es que queréis levantarte a la viuda?” preguntó inquieto Bricenio.
“Curso, siento que estamos cerquita, que nos falta algo que no hemos visto pero que si insistimos un poco la cosa va a reventar”
“Juan, desde el 97 aquí no se resuelve un caso, ¿Qué esperabas? ¿Un milagro? ¿Qué la CTPJ de pronto hiciera justicia? Eso no es así.
Juan levantó rápido su cara, su mirada se clavó en el rostro de Bricenio y le dijo: “¿Y si aplicamos el método Goiri*?”
*Alejandro Goiri fue un destacado inspector de la CTPJ en los años 80, su peculiar método, desarrollado a partir de su formación en las neurociencias y una marcada pasión por las bebidas espirituosas le brindaron una ventaja notoria frente a los criminales, luego de 38 años de carrera policial, su record de 4 casos resueltos jamás fue igualado por ningún hombre de azul. Décadas después de la aparición del método que bautizó con su nombre y que lo inmortalizó como un implacable cazador de delincuentes, la CTPJ aún guarda con enorme recelo una copia del manual escrito por el propio Goiri.
Continuó Rodrigues “Nunca lo he hecho pero creo que vale la pena intentarlo, además, creo que 14 años son suficientes para demostrar que somos capaces de resolver al menos un caso, búscate en la oficina de Müller una copia del método, no quiero morir de Cirrosis como el difunto Goiri ”
Dos horas después, en el mismo lugar, los dos inquietos pero entusiasmados detectives se encontraban parados frente al escritorio de Bricenio, despejado de cualquier distractor, estaban allí las fotos de varios de los sospechosos, un resumen del caso, una hoja en blanco, un lápiz y dos botellas de litro y medio de anís decomisadas en un redada, Rodrigues sostenía tímidamente un pequeño vaso plástico, a la par que su compañero leía en voz alta aquel amarillento papel:
“Aja, cada 2 minutos te tomas un trago, se supone que luego de 12 tragos tus neuronas van a empezar a hacer algo así como cortocircuitos y que eso supuestamente va a ayudar a que pienses vainas que no pensarías de otro modo, debes mirar las fotos, leer el caso una y otra vez, no debes parar de beber hasta tener una idea clara de quién lo mató”
Rodrigues, apegado a lo escrito se empina el primero de una seguidilla de copiosos vasitos de anís, su cara de aversión delataba su poca tolerancia al licor pero una gran pasión por la justicia.
“Veinticuatro” sentenció Bricenio, “bueno, al menos yo he contado veinticuatro, ¿ya sabéis quién lo mató?”
“No, pero si me dais uno más te juro que lo invento, esta verga es horrible, malparío Goiri”
“No joda Juan, te dije que esto no iba a servir”
“Aja, pero ¿qué más dice el papel del coño ese?”
“Dejame ver, ehhh, dice que si empezáis a hablar en otro idioma que te siga dando pero que si cambiáis a un tercer idioma hay que parar… ehhh también dice que debéis hacer una asociación libre, no sé qué coño es eso, pero según entiendo es algo así como que penséis lo primero que se te venga a la cabeza sin ningún tipo de censura”
(En la cabeza de Rodrigues)
Ok… un muerto… lo mataron… no sé quién fue… la viuda….las tetas de la viuda… ¿serán reales?… el hilo de Carlos… mierda ¿por qué no puedo dejar de pensar en esas vainas?... un disparo… en la habitación hubo un disparo… hasta los vecinos lo dijeron… ¿dónde coño está la bala? ... Que cara de huevón tiene Bricenio mirándome, él cree que estoy a punto de resolver esta vaina…
“¡Mierda!” exclamó Rodrigues, mientras se levantaba rápidamente de su silla “si la bala no aparece y no está en el cuerpo, debe estar en el cuerpo del asesino” seguidamente, el intoxicado detective se desplomó sobre el escritorio.
(En la cabeza de Bricenio)
“¿Y ahora qué coño hago yo con una pista y este pendejo rascao?”
Luego de meditar sobre su pregunta durante unos segundos, el sobrio detective decidió agarrar a su compañero y llevarlo arrastrado hasta el estacionamiento, lo metió al auto como pudo y partió a toda velocidad rumbo a la mansión de Anabelha. Ahora, un acalorado Bricenio debía hacer frente al posible asesino tan sólo acompañado por un despojo humano con suficiente anís en la sangre como para sufrir un coma etílico. “Central, 25 al 10 en la 76 con 4, repito 76 con 4”
Anabelha, ahora más calmada cuelga el teléfono, voltea y le dice a Carlos: “Esteban dice que no nos preocupemos, él viene para…”
Un par de golpes secos bien dados a la puerta interrumpen sus palabras, el criado instintivamente corre hacia ella para atender. Al abrir, la escena que encuentra luce más que perturbadora. Bricenio con el revolver en una mano y sosteniendo lo que queda de Rodrigues con su otro brazo entra a la sala sin esperar autorización.
“¿Qué carajo es esto?” grita Anabelha con evidente molestia.
Rodrigues, tambaleante y balbuceando le grita: “Vos… vos mataste al hijo tuyo.. hip… y…no, o ¿fuiste vos negrito?, chico… ¿y la tetonsita?”
Bricenio: “Bueno lo que Juan quiso decir es que aquí hay un asesino y no sabemos quién es pero el que es tiene un balazo”
“Par de locos” dijo Anabelha mientras se reía de la situación, “pues si tanto desean pueden inspeccionarme a mí y a Carlos, estoy segura que él no pondrá ninguna oposición”
Luego de una minuciosa pero estéril revisión que hiciera el moreno detective a ambos sospechosos, y al mismo tiempo que Rodrigues descansaba en la alfombra de la cómoda sala, un tosco golpe sonó en la puerta. Carlos nuevamente corre en dirección a esta pero antes de que llegue la figura del comisario Muller se deja ver por los ahora acobardados detectives.
“ Y ¿qué carajo hacéis vosotros aquí?” grita el comisario en un tono de indignación ligado con desagradable sorpresa mientras camina cojeando levemente a la sala.
Bricenio: “Co, co, comisario es que estábamos haciendo unas pruebas de…”
Comisario: “¿Quién les ha enviado a molestar a esta familia? ¿Acaso no entendéis el profundo dolor por el que están pasando?”
“Señor ya nos estábamos yendo” dijo en tono sumiso mientras arrastraba por un brazo nuevamente a su compañero inconsciente en dirección hacia la puerta.
“Se supone que ambos debéis estar investigando un homicidio y no intentando hostigar a las víctimas”
Segundos antes de cruzar la puerta, Bricenio nota cada vez mayor dificultad para arrastrar a Rodrigues, al voltear se da cuenta que este se intenta levantar por sí mismo, Bricenio, siempre atento lo miraba como aquel que ve un edificio a punto de desplomarse sin esperar las palabras que cambiarían el curso del caso:
Rodrigues en un tono suave: “Comisario ¿por qué cojea?
“¿Qué? ¿Quién demonios es usted para faltarme el respeto de ese modo?”
“No, no, no... hip... usted no es cojo, ¿Qué tiene en la pierna?”
“Detective Bricenio, llévese a este hombre de acá antes de que diga algo de lo que se pueda arrepentir, pues lo haré a usted responsable de cuanta estupidez salga de la boca de este idiota”
Bricenio en tono desafiante: “Comisario, creo que no entendió, el detective Rodrigues le hizo una pregunta, ¿Por qué cojea?”
Atónito el comisario: “Pues po, po, porque, pues yo no tengo que explicarles nada a ustedes”
Bricenio comienza a acercarse caminando a la par que Rodrigues parece recobrar su estabilidad “Algo que nunca entendí fue cómo si nosotros fuimos los primeros en recibir la llamada, usted comisario ya conocía los detalles del crimen ¿por qué cuando nos habló del hecho nos dijo que había sucedido en la 76 con 4 si el cuerpo fue hallado en la casa del muerto en la 74 entre 10 y 11? ¿Por qué en su oficina guardaba fotos de toda la familia del asesino? ¿Por qué comisario Müller? O ¿Debo llamarlo por su primer apellido? ¿Castro? Agregó Bricenio mientras señalaba un cuadro decorativo que enmarcaba un certificado genealógico de la familia con el mismo apellido. “Creo que no hace falta que mire bajo su pantalón, ambos sabemos que allí debe haber una cicatriz de bala. Lo que no termino de entender es por qué Anabelha, ¿Por qué mataste a tu hijo?”
“¡No¡” gritó Carlos, “Mi señora no mató a nadie, fui yo, con mis propias manos lo estrangulé”
Anabelha lanza una mirada punzante a Carlos acompañada de una respectiva mentada de madre sin recordar que esta era su hermana, voltea al detective y dice: “¿Mi hijo? ¿Es que acaso no has entendido? Imagina que tienes unos 20 años, eres una hermosa mujer rubia y estás casada con un caballero de sangre azul, resulta que sales embarazada y tienes un hijo negro, si, negro y con una mirada que sólo te recuerda que una desgraciada noche tuviste sexo con el imbécil de tu criado, ¿qué harías en ese caso? Pues lo que toda mujer de familia respetable haría, adoptaría a un niño y le criaría como su hijo mientras que el otro no podría formar parte de nuestro linaje. Ahora, dígame usted imbécil, ¿qué haría si descubre que el idiota que adoptó resulta un patán que nunca logra adaptarse a una familia normal y que además destruye en una mala jugada la vida de su verdadero hijo? Pues no me la calaría y si no fuese por esa estúpida María Cecilia que se rehusó a hacerlo a pesar de que le contraté desde el primer día para ello no hubiese tenido que enviar al tarado de Carlos a matarle y detrás a su tío que le salvara el pellejo cuando la cosa se saliera de control. Pero bueno aquí nos tienes, siempre hemos sido una familia puertas adentro y otra puertas afuera pero siempre hemos sido unidos”
Carlos rompe en llanto, Müller se recuesta en la silla: “Hermana, sólo a ti se te ocurre darle un revolver a un muchacho…”
“Tío, te juro que no quise dispararte, fue un accidente”
“Pues tu accidente me costó mi rodilla y mi carrera… y ¿dónde diablos está el fulano revolver?”
Una suave melodía se escucha en el salón de música y un piano acompaña aquella canción de Miguelito Valdés, la sala permanece en silencio y la tensión se acrecienta hasta que un fuerte disparo interrumpe la melodía, asombrados todos corren a la habitación y con profundo sigilo abren la puerta, allí María Cecilia, luego de seis días sin dormir, yacía muerta en el suelo con un disparo en su cabeza, sobre la ensangrentada habitación dejó caer en su último momento una carta que cerraba con la frase
“…Si pensaba en ti para mí no era vida si pensaba en ti para mí era sufrir tu bien sabias mi cielo que yo te quería tu bien sabias mi vida que yo era así...”
Tiburcio Romero
@tiburcioromero